martes, 3 de junio de 2008

Arborizaje y naufragio

Dos fines de semana, dos, que llevo en este país y dos "enfrentamientos" directos con la naturaleza más cruda. Mi primer fin de semana, Luis me invitó a verlo volar en parapente en La Calera, un pequeño municipio montañoso al oriente de Bogotá. Además, había que probar el carro nuevo y que mejor ocasión. Salimos de una Bogotá medio nubosa pero al horizonte parecía que el sol quería acompañarme en mi primer domingo bogotano. Llegamos al voladero tras media hora larga de viaje y una subida empinada y embarrada al cerro, el carro se portó como un campeón. En ninguna de mis estancias en la capital de la república he sido víctima del mal de altura, pero cambiar de altitud en tan poco tiempo y subir 15 minutos hasta los 2900 metros más o menos, casi pueden conmigo. Menudo mal rato que pasé. Como apenas había viento tuvimos que esperar un rato para que los voladores pudieran ejercer. Primero salieron dos expertos y profesionales, Luis es todavía amateur, y al ratico salió él. Nosotras lo vimos salir y esperábamos que subiera, pero no acababa de hacerlo. Así que nos acercamos al mirador y lo vimos abajito abajito a punto de llegar a la zona de aterrizaje. Pero zas!!! Cayó en una zona boscosa y frondosa un tanto lejos de su lugar de destino. Cogimos el carro y fuimos a buscarlo. Atravesamos una pradera con unos matorrales un tanto espesos y cogimos por la carretera que supuestamente nos llevaba a su zona de aterrizaje. En éstas, vimos una bici abandonada que nos empezó a dar mal rollo ¿quién andaba por ahí en bici? Nuestra comunicación telefónica con el volador dio sus frutos y concretamos las coordenadas del aterrizaje, de hecho alcanzamos a ver su vela en la copa de un árbol, pero claro había que llegar hasta allá. Comenzó nuestra inmersión en el bosque. Con unos matorrales que llegaban hasta la cintura, plantas con pinchos, humedad... y bichos!!!!! Yo en zapatillas de deporte y vaqueros y tratando de autoconvencerme "piensa que estás en España, que estás en España"... y en esas miro a mi izquierda y mi imaginación me traiciona y "veo" entre dos árboles una tarántula gigante y quiero irme corriendo.... y Mária que me pregunta "¿aquí habrá serpientes?".... y yo vuelvo a repetir en voz alta "piensa que estás en España y que no hay bichos raros"... Después de unos momentos de indecisión decidimos seguir adelante, pasar el alambre espino, el segundo en nuestro trayecto, aunque en esta ocasión por arriba y no arrastrándonos, y sortear la torre de electricidad. Muy convencidas nosotras, una voz nos paraliza: "Buenas!!!!!!" Menudo susto que nos dio el muy..... Resultó ser el guardia de seguridad de la finca que vio caer a un parapentista y estaba, al igual que nosotras, buscándolo. Así que los tres proseguimos nuestra aventura. Al ratico encontramos a Luis. Subido en un árbol, en el que había arborizado, tratando de desenredar el parapente. Por suerte no se quedó colgado del árbol, en mi pensamientos me lo imaginaba cual péndulo trantando de desenredarse y esperando a que llegáramos. La operación rescate se prolongó una hora larga y se saldó con la destrucción de parte de la flora de la región. Entre el "guardabosques", exsoldado especializado en rescates, y el volador se cargaron el árbol y parte de su vecindad, pero todo con mucho cariño. Y cuando estábamos a punto de recoger comenzó a diluviar. Amatxo maitia, agua, agua, agua y agua.... como si no hubiera llovido en dos años. Llegamos al carro lavados y relavados, listos para centrifugar y, además, con medio bosque en los pantalones, las zapatillas.... para que seguir....
Después llegó el puente y organizamos un nuevo viaje de aventura. Para mí la aventura comenzó en Tunja, porque recibí mi bautismo automovilístico en este país. Desde Tunja al Socorro condujo servidora y bueno, tuve mis momentos. Mária asegura que no le gusto tan asimilada, pero vamos creo que me falta mucho para llegar a su nivel de conducción... adelantamientos que ni Alonso en sus mejores salidas... recuerdo especialmente uno en el regreso: en curva, ascensión, conos y doble línea contínua. Yo tengo que reconocer que a veces me sorprendía a mí misma de lo rápido que asimilé la inutilidad de las normas de tráfico, ni señales, ni marcas viales.... y bueno no estuvo tan mal... eso si, de ahí a conducir en Bogotá va un trecho.
Este camino nos llevó al río Fonce. El sábado por la tarde hicimos rafting o canotaje. Llegamos al Club Campestre del Socorro y nos apuntamos a bajar el río Fonze, mucho más relajado y fácil que el Suárez, impracticable en esta época de lluvias, así que no quiero ni pensar como será. Nuestro guía era un jovencito llamado Walter que tenía unas espaldas.... él ordenó a los siete remeros y a mí me tocó a su vera en la parte trasera de la embarcación. Yo desde el principio no le cogía la postura a esa barca. Estaba demasiado alta y cada vez que remaba perdía el equilibrio. En el primer rapidito casi me caigo. Momento que fue recibido con risas por parte de mi compañera de viaje. Y llegó el momento rápido. Cuatro de los ocho ocupantes de la barca caímos al río Fonce, entre ellos, como no, yo. Bajo el agua me choqué con alguno de mis compañeros y conseguí salir por delante de la barca. Al principio todo iba bien, me acordé hasta de lo que dijo el guía de dejarme llevar por la corriente, mirada al frente y piernas estiradas noventa grados... todo estupendo hasta que yo misma caí en un rápido y tragué agua por toneladas, las olas no me dejaban sacar la cabeza y el chaleco no cumplía su función... me empecé a angustiar porque no había manera de salir del rápido... en ese estres me di la vuelta y Walter me estaba acercando un remo para subirme a la barca. Lo que recuerdo de esa subida es a Mária desconojonada, pero mucho, y entre risas preguntándome si estaba bien. En su descargo tengo que decir que era risa nerviosa y que mi cara de angustia la recordará siempre. Y es que pasé un mal rato bastante majo, con decir que el tipo me decía que remara para atrás y yo sólo podía hacerlo hacia adelante y casi me tienen que volver a tirar al agua para que espabilara "es que acababa de volver a la vida".... pero bueno, pasado el mal trago, y nunca mejor dicho porque con el montón de agua que tragué seguro que me da cagalera, disfruté un montón del trayecto, aunque, no lo voy a negar, sufriendo por si llegaba otro rápido de similares características, ... impresionante y exuberante naturaleza... indescriptible.


Y el próximo fin de semana ¿qué?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Juana Jones!!!! Cualquier día de estos te encuentras una calavera de cristal o a Pancho Villa hablando en quechua... En tu próximam excursión selvática seguro que te encuentras con una fauna tan divertida como esta: http://es.youtube.com/watch?v=OhwfQDPVSYg

Anónimo dijo...

juanita!! entre los bichos y el rápido me he quedado boquiabierta!! Cuánta aventura!! qué guay!!
un beso

En autocaravana dijo...

¡VUELVE!ainarita

Anónimo dijo...

Como testigo directo de todos estos hechos, debo decir que tu relato en algunas oportunidades carece de objetividad...eso de "perder el equilibrio" lo reemplazaría por siempre estabas a punto de caerte al agua!!
Acepto que conduje un poco a lo Alonso...o más bien a lo Montoya...pero es que la constelación de dos españoles integrados, la una con el timón y el otro de copiloto...no me daba mucha seguridad...así que solo me quedó separarlos y asumir el mando!!
El próximo fin de semana te dejamos descansar...aunque no te prometo nada!
Que chévere que estés aquí!
exex

Vinagretis dijo...

Dios mio!!! qué intrepidez, qué intrepidez!! Por cierto que en cada viaje te asimilas más rápido. Me ha encantado lo de "piensa que estás en España, piensa que estás en España..." jajajajaja.

vanessa dijo...

juana solo me puedo imaginar tu cara... es qu ete leo y me parece star viendoles, hasta me puedo imaginar los comentarios que hacian.